jueves, 16 de septiembre de 2010

Al abuelo Florencio Garcia, que me enseño...

La humedad

Si no es el viento
Es el sol
Si no es la nube
Es el calor
Hay muchas cosas,
Pero no hacen tanto daño.
Lo que mata...:
Es la humedad.

(me lo dijo mi abuelo)
(antes de morir)
(en un día húmedo)
(del mes de enero).

Ultimas palabras

(Sentado en una silla junto a la cama de Lele en una habitación, frente a la estación de trenes Martín Coronado.)

  El hombre permanece acostado. En una misma posición. Sus manos casi huesos, destino de plásticos tubos que se incrustan en las venas. Esas venas de las pocas sanas que quedan por donde corre la sangre y el dolor. El líquido entra por el orificio y llega a bucear en la sangre. Cambia el metabolismo. La voz utiliza el movimiento. Quiere huir. El entramado blanco del encierro no disimula, ni con el buen trato. Los ojos permanecen cerrados y el aire entra por la boca. La mano busca desprenderse de los caños, de los tubos, de los ardores y las cintas con pegamentos. La boca que recibe el aire se seca y carraspea la garganta.
  “Bueno, bueno…” grita mas fuerte para hacerse escuchar, el grito es desde algún lugar del dolor; a ver si alivia. Parece divagante pero es cuando esta mas lucido. Introducido en el verdadero ser bucea ante impenetrables barreras y en momentos de escape conciente, el reflejo lo altera y lo invade el pánico de verse realmente. “Llamame” aclama su voz pérfida, “Llamame, llamame por mi nombre”.
  Es necesaria la etiqueta para identificar el paquete.
  Por momentos aparece algo de tranquilidad, el hombre vuelve a su lugar y su tiempo. El problema es cuando se da cuenta de que esta enfermo, y esta enfermo por darse cuenta. Ahora bien, parece una idea lineal sin escapatoria, pero solo el darse cuenta del darse cuenta lleva al circulo.


En el olor del mal.

Hoy asistí al entierro del cadáver, el cadáver que me acompaña suelo decir; digo que se, acaricio con un suave capullo de blanco el complejo estandarte que provoca el ojo clínico. Junto a mi pero alejado. No encontrare el escapulario que convoque a la buena locura. De maneras piadosas, con ingenuidad, encubrir, como corta. Ahí va, empieza con la mágica infusión de no entrar o sacar.
  No molesta tanto el humo cuando hay viento. Es preciso que si vamos a permitirnos algo nos permitamos eso que llegue a concluir en que nunca mas me vuelva a permitir o tener que, ya que, todo estará siendo.
                          Hay que ser, eh!
                          Hay que ser.
  De alguna manera estupida siempre vuelve.
  Mojar el bigote en el vaso de vino para tener el olor de la uva en el paso rompiendo el color del camino. La formula termina como una pregunta.



Te miro y todavía no entiendo no encuentro como sentirlo bien y no no no lo creo, ni lo veo, ni puedo. Te miro y te encuentro y voy y venís. Como que no estas? Siento mal y no me libero y no logro. Te extraño, te extraño mucho y esto es la verdad por vulgar y ahora me encuentro queriendo en palabras ponerlo de alguna forma especial es lo mismo se siente igual y guardo recuerdo para doler mas. Nunca pensé en que el día era alguno que yo iba a vivir. Y parece que no, que paso, que que se yo no se que de que. Por que?.
  Veo tu manga colgada de la campera  del perchero y la mierda que me pasa me parece que es mentira, creo que actúo y me confundo de lo que es. Duele el dolor y hay que vivir con la canción sin terminar, seguir comiendo y riendo, pensando algunas veces para parar y meterlo adentro.
  Aunque sepa todo no sirve, no quiero ganar, no es lindo ganar. Lo duro del cuaderno es la tapa, pero las hojas son blandas y blancas y solas todas juntas, rayadas vacías de nuevo y rayadas todas rayadas. Te encuentro que no te encuentro. Me estoy proponiendo y ya no es.
  No quiero.


Llegar a edad mayor


Empleado del ferrocarril.
Costurera casera.
Todos los dias una buena sopa.
Tambien pintar las paredes,
Gorro-barco en la cabeza.

Sigue el tren
Sigue el hilo
Aparecen las flores
Aparecen los niños.

Muere el impedimento de decirse las cosas.
Nueva casa, mas pequeña
“Pero nuestra.”

Dos temperamentos
Dos concepciones distintas del mundo.
Nunca se supieron
Siempre se quisieron.

Los cuerpos ya apestan y no sirven.
Los movimientos cada vez son menos
Y la desgracia de la maldita soledad
Y de decir lo que nunca dijeron.

Soledad de los que nunca se supieron
¿Se puede recuperar una fruta podrida?
No se puede conversar, no se saben lo que quieren,
¿qué es el sueño del que nunca hablaron?
¿cuál es la razón?, ¿cómo es el pensar?

Dos camas, tres plazas.
Toda la vida y toda la muerte.

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